El Artista en su Laboratorio

Guillermo Busutil

El estudio del artista es su cabeza. Desde fuera lo observamos como la ficción de un espacio, pero en realidad es un ilusionismo óptico, porque en esa teatralidad de la representación el arte no se piensa ni se explora. Tampoco se extravía ni se resuelve en la propuesta de un desenlace. Lo de fuera es el espejo en el que se refleja la identidad del creador. Un lugar parecido a un proscenio metafórico/conceptual donde desplegar las piezas del rompecabezas de una obra en permanente construcción. Hace siglos que hemos aceptado las dramaturgias de este truco, y la literatura del arte nos ha regalado páginas y escenas de cine de estudios icónicos: el plató del caos de Francis Bacon; los bazares palaciegos de Picasso; las estudiadas escenografías de Warhol; los lienzos de suelos pigmentados de Pollock; la perfección de la geometría ordenada de Klee. Llamativos fetiches para explicar exteriormente el universo de un artista, tan inaccesible y secreto en el verdadero laboratorio de su cabeza. 

La fotografía no puede abordar ese territorio íntimo de la idea y de la imaginación, en el que se desenvuelven en pugna los tránsitos de la representación que cada artista discute y teje en su búsqueda expresiva. Es cierto que en ocasiones, ese magma interior y la neuroarquitectura que configuramos en nuestra mente se personalizan en contextos y en atmósferas, que contribuyen a definir la manera de ser y estar en el arte. En esa línea, proponemos con esta exposición el juego de aceptar los escenarios de los artistas aquí reunidos como extensión física de ese ámbito inasible, consensuado como su laboratorio.

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